No es mi culpa;
yo no cometí el pecado,
no laceren mi piel,
por piedad
no me arranquen las carnes,
aún hay sangre en mis venas y
aún late mi corazón…
y respiro…
y respiro.
¿Por qué esa maza me aplasta el cráneo?
¿Por qué el cadalso
tiene impreso mi nombre
en cada madera
y en cada hilo
de la siniestra cuerda?
No es mi culpa,
yo no cometí pecado,
pero estoy pagando como una vil ramera;
y la inocencia que grita por cada poro
y suplica piedad
y suplica piedad
y suplica.
No, no es mi tiempo
de cumplir condenas,
este pecado no es mío,
no son mías las cadenas
y sin embargo me atan los tobillos
y sangran hasta mis huesos
bajo el peso de los aceros.
No es mi culpa
pero sangro, sangro por mi mano
y por la tuya,
sangro por tu alma y mi desdicha de inocente,
sangro por las heridas que curan el espíritu,
por las lágrimas de paz y de sangre.
No es mi culpa, ¡dioses!
¡Yo no he hecho nada!
¡ÉSTE NO ES MI PECADO!
Mi alma se cubre de odios que no le pertenecen,
no es justo el castigo,
se equivocó el verdugo
y cortó mi cabeza,
aplastó mi cráneo sin tener mácula alguna...
no es mi pecado...
no es mi culpa...
No me condenen así
al infierno de su ausencia
sin tener la culpa...