(La agonía)
Abrí la puerta para respirar el aroma a nube,
más que aroma, un perfume a tibieza
acarició mi frente elevada y serena;
aspiré profundo, entorné los ojos y dejé
que la brisa socavara en mi alma.
Al cerrar los ojos, ¡qué imagen! ¡qué sombra!
como un espectro melacólico surgió la tierra
y se elevó en remolinos sacudiéndome el pelo,
al abrir los ojos proferí un alarido, sorprendiome
el sutil encanto penumbroso de la hora incipiente.
La tarde se corona de cuervos y las cruces
parecen decir adiós con sus brazos
pues un vendaval de azotes
que desgaja los miembros,
lentamente se abre paso
por los corredores.
más que aroma, un perfume a tibieza
acarició mi frente elevada y serena;
aspiré profundo, entorné los ojos y dejé
que la brisa socavara en mi alma.
Al cerrar los ojos, ¡qué imagen! ¡qué sombra!
como un espectro melacólico surgió la tierra
y se elevó en remolinos sacudiéndome el pelo,
al abrir los ojos proferí un alarido, sorprendiome
el sutil encanto penumbroso de la hora incipiente.
La tarde se corona de cuervos y las cruces
parecen decir adiós con sus brazos
pues un vendaval de azotes
que desgaja los miembros,
lentamente se abre paso
por los corredores.
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