sábado, 12 de septiembre de 2009

Herencia


Admito libremente que me faltan algunos rasgos suicidas,
que de vez en cuando se me escapa un lagrimón
y me da vergüenza.
Te pido perdón, a tí, hombre/mujer seas quien seas
que te adueñas de este papel entintado,
que luego de terminarlo te refregarás las sienes
o quizás te rasques una rodilla
y te quedes pensando, así, como al pasar,
en quién habrá sido esta mujer que escribió estas palabras;
y hasta puede que te preguntes
"¿Estaba triste o feliz?".
Mejor no te preguntes nada,
¿quién podría entender a la poetisa
si ni ella misma lo hace, ni pretende hacerlo, ni que lo hagas?
Mejor no te preguntes nada
y quédate con el papel entre las manos
mirando al cielo o a los ojos de tu amada/amado,
o por la ventana, o a tu hijo pequeño que se da vuelta en la cuna,
mira lo que sea que tengas enfrente,
pero mejor, no te preguntes nada.
Quédate así, solamente mirando lo que sea que tengas ante tus ojos
y deja que mi aura y mi identidad se diluyan
como la noche entre los dedos de Era,
que no te importe si era feliz o estaba triste,
si recordaba viejas noches de otoño
o un crepúsculo amarillo ya de rigores.
Que nada quede de mí dando vueltas en tu mente,
que te queden sólo estos versos y la certeza absoluta
de que lo siento mucho, de que te pido perdón de alma
por haberte heredado unas tontas palabras.

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