sábado, 16 de julio de 2011

Tal vez si muriera...


Si en melancólica muerte parto dejándote, amado,
una rosa por sepulcro en la que llorar tu pena,
no la ajen tus manos buscando las mías
que ¡ay!, habrán sucumbido
a las tiernas caricias de la tierra.

Si riegan las raíces de mi rosa tumba
tus lágrimas tristes de amante abandono,
ha de florecer bella y quejumbrosa,
cubiertos sus pistilos de miel agridulce.

Y será tarde, amado, muy tarde
para encender mis mejillas con castos rubores
al rozar tus labios los pétalos cenicientos
de la rosa que indique con mustios pesares:
"Aquí yace la que tanto te amara en vida
y aun en su muerte suspira tu nombre".

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