Estabas allí,
yo te vi, parado entre muchos,
con la mano extendida;
te sentí luego,
tan sólo un instante después,
-profundo misterio ese paso del tiempo-
pegado a mi espalda.
Te vi en otras horas,
en otros universos;
te sentí en otros lunares
y dudé:
¿era tu presencia?
¿Era tu cálido desliz
de piel y telas?
¿Eran tus ojos y tu sonrisa?
Callé...
callé desde dentro
con la fuerza de cien volcanes
y luché tu batalla silenciosa.
Te vi, sé bien
que tu imagen rondaba mis noches
y lo hace aún ahora
tras largo delirio y rotos suspiros.
Te vi y me quedé callada
con tu reflejo en el espejo de mi nunca jamás.
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