Hoy subiré algunos poemas viejitos, de hace unos 7 u 8 años. Aquí el primero de ellos:
¿No lo oyes?
es un grito,
es un gemido,
es un dolor que me nace de adentro,
es una melodía
discordante
y absurda
y solitaria
y vacía.
¿No lo oyes?
¡Desafina mi corazón
cuando estás ausente!
se dispersa
cada latido;
o no laten,
quedan latentes,
encerrados ahí; ahí mismo
donde nada sobrevive,
en ese desierto que comenzabas a revivir;
pero tus ausencias...
tus ausencias corrigen tus errores,
tu error de darme vida,
de darme amor
de darme esperanza;
¡tus errores son tan graves!
¡¿No lo oyes?!
¡Es tan fuerte el dolor!
Deberías escucharlo,
incluso en tu norte tan abismado
deberías oírlo,
al dolor de mi vientre
al aire que se va
de mis pulmones
y no vuelve...
no quiere volver,
ni el aire quiere estar en mí.
Suficiente,
regresa ahora,
¡regresa!
Ya me quedan pocos segundos de memoria
y si no vuelves
¿dónde quedará tu imagen?
¿Quién la tendrá?
¿Quién me la prestará?
¡Regresa!
¡Regresa ahora!
¡Óyelo! te llama
mi solitario ser
te llama y te reclama
te pide a gritos dos miradas;
o una;
o media.
¡Óyelo al pobre,
pobre corazón!
¡Se desarma las venas en gritos!
ya ni sangre le queda,
toda la ha volcado por miles de gusanos
que no hacen nada por él,
que alimentan inútiles
que no van por ti.
Y el pobre sufre y muere,
¡El pobre!
El pobre estúpido muere solitario y en espera,
mandando sueños
a la nocturna,
a la qué te importa,
mandando mentiras que más le mienten
y más lo dañan,
y más le mienten,
y más lo dañan.
¿No lo oyes?
es tu nombre
repetido por las estrellas solidarias
las únicas
que lo comprenden
al dolido,
al pobre.
Y el pobre canta tu nombre,
en "si bemol",
en "no amor",
en "ven dolor",
canta y agoniza,
agoniza y muere.
Debo dejarte:
ahora escribiré una elegía
para el pobre...
para el pobre que muere en vigilia y soledad.
es un grito,
es un gemido,
es un dolor que me nace de adentro,
es una melodía
discordante
y absurda
y solitaria
y vacía.
¿No lo oyes?
¡Desafina mi corazón
cuando estás ausente!
se dispersa
cada latido;
o no laten,
quedan latentes,
encerrados ahí; ahí mismo
donde nada sobrevive,
en ese desierto que comenzabas a revivir;
pero tus ausencias...
tus ausencias corrigen tus errores,
tu error de darme vida,
de darme amor
de darme esperanza;
¡tus errores son tan graves!
¡¿No lo oyes?!
¡Es tan fuerte el dolor!
Deberías escucharlo,
incluso en tu norte tan abismado
deberías oírlo,
al dolor de mi vientre
al aire que se va
de mis pulmones
y no vuelve...
no quiere volver,
ni el aire quiere estar en mí.
Suficiente,
regresa ahora,
¡regresa!
Ya me quedan pocos segundos de memoria
y si no vuelves
¿dónde quedará tu imagen?
¿Quién la tendrá?
¿Quién me la prestará?
¡Regresa!
¡Regresa ahora!
¡Óyelo! te llama
mi solitario ser
te llama y te reclama
te pide a gritos dos miradas;
o una;
o media.
¡Óyelo al pobre,
pobre corazón!
¡Se desarma las venas en gritos!
ya ni sangre le queda,
toda la ha volcado por miles de gusanos
que no hacen nada por él,
que alimentan inútiles
que no van por ti.
Y el pobre sufre y muere,
¡El pobre!
El pobre estúpido muere solitario y en espera,
mandando sueños
a la nocturna,
a la qué te importa,
mandando mentiras que más le mienten
y más lo dañan,
y más le mienten,
y más lo dañan.
¿No lo oyes?
es tu nombre
repetido por las estrellas solidarias
las únicas
que lo comprenden
al dolido,
al pobre.
Y el pobre canta tu nombre,
en "si bemol",
en "no amor",
en "ven dolor",
canta y agoniza,
agoniza y muere.
Debo dejarte:
ahora escribiré una elegía
para el pobre...
para el pobre que muere en vigilia y soledad.
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