Este corolario funesto de todo pensamiento
que recae en tu boca,
en tus cálidos besos de frutal desvarío
y en esa sed ¡ah! Sed terrible,
sed mortal que me ataca los labios
hora con hora.
Este estúpido sueño que no cierra los ojos
y aquella inmaterial materia
de la que está formado no dejan de acecharme,
no dejan de cazarme viva o muerta,
puntapié o caricia,
redoble o ciruelo.
Aquel sinsabor de la ausencia
y este resabio de culpas que me invade la garganta
y me asfixia,
todo se incrementa cuando cierro mis brazos
y sólo encuentro la almohada.
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