sábado, 9 de enero de 2010

Beber de tu sola presencia


Bebe,
¡bebe hasta hartarte el amor de mis labios!
Devórate toda sutil caricia
que permanezca oculta en los altares
a tu infinita presencia invocados;
bebe hasta saciar esa sed paladina,
esa sed pecadora, la sed
que nunca termina.
Estando sola pensé recordarte,
me dieron ganas de evocar tus ojos
y pensé
que quizás quisieras beberte mis besos;
pero no, creo que soy yo
la que está sedienta,
famélica.
Sí, soy yo,
yo soy la que vaga el desierto
de tus minutos ausente,
la abrasada por el maligno de tu no ahora,
es ciertamente doloroso
el paso de las palomas negras,
se van al sepelio de mis ansias no muertas;
sí, habrán de enterrarnos vivas.