sábado, 28 de noviembre de 2009

Tarde o temprano


Así los destajos cubrieran mi cuerpo
volviéndome toda una herida,
no habría paliación,
no habría descanso
para estas lágrimas nocturnas;
¿cuál será la fuente?
¿De qué océano infinito se alimentarán?

La he perdido... la has perdido,
la absoluta confianza que antes
me impedía volver los ojos
ha muerto, se ha ido
y ahora no hay forma
se escaparle al miedo
de ver puñales asechando
a cada vuelta de esquina.

Todo ojo, toda pierna, todo labio
es una amenaza,
toda curva, todo cabello
podría triturarme;
podría reemplazarme cualquier mano,
cualquier boca,
y en la próxima fotografía
no estaría mi rostro
sino un cuerpo nuevo;
y en el próximo marco
estaría sola, sola yo
con las lágrimas marcadas
como un surco profundo, inmenso.

Tú no podías mentirme
¡yo te había forjado perfecto!,
sin engaños,
toda tuya... todo mío;
¡yo me había forjado suficiente!,
me creí reina de la felicidad tuya
y te hice rey de la mía.

¿Pero dónde quedó ahora?
Es tan duro despedirse de ella
y dar cabida al gusano;
es tan difícil aceptar
que las dagas ahora prevalecen
ocultas en las sombras,
asechantes,
amenazantes;
aceptar que siempre estarán ahí
y que se clavarán de nuevo en mi carne
tarde o temprano.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Lárgate de mí


Lárgate de mí, ¡vete lejos!

gusano pestilente que me tortura el alma,

¡vete de mis sienes!

¡deja de perforar mi corazón

con tus horribles bocas!

Lárgate de mí, vete lejos.

No quiero seguir siendo el alimento de tu inmundo vientre

colmado de pestilentes ayes y suspiros;

no quiero ni un remanente, ni uno de tus críos,

lárgate de mí con todo lo que te me recuerde,

vete lejos con todo tu olor de espanto.


Que me duelan los ultrajes, lo acepto; lo reniego

pero lo sufro, porque me toca;

Que me haga trizas el engaño, lo soporto; lo recuso

pero lo sufro, porque me corresponde.


Pero tú, vil gusano que devoras todo verdor,

¡lárgate de mí! Quiero olvidarlo todo,

quiero volver a los días de antaño,

ser feliz, no plañidera impaga,

ser sonrisa, no lluvia de invierno.

Lárgate de mí, ¡vete lejos!

abandona mis sepulcrales ojos opacos,

deja las humedades de sus fosas

para que entre el maligno que hoy sí

me hace falta.

Deja que vuelva a mis hijos mi bella hermana

con su natural nombre;

que ya no signifiquen pecado

esas cuatro letras

que la denominan.


Lárgate de mí, quiero que te vayas lejos;

quiero que abandones tu refugio en mis lacrimales

y saques toda putrefacción

que en ellos hayas alojado;

mis ojos, ¡que mis ojos son los culpables!

Por haber querido ver, por no permanecer cerrados.

Pero ahora, lárgate de mí,

que ellos ya se han arrepentido de haber mirado

y haber dejado que entraras.


Toda de mí te quiero fuera, lejos,

muy lejos y seco, aplastado, hecho pedazos;

así, tal como me dejares

tras tu estancia que nunca termina;

lárgate de mí, toda de mí te quiero fuera,

te deseo fuera,

te espero fuera,

te anhelo fuera,

te ordeno ¡fuera!


Lárgate de mí ¡vete lejos!

habita otras selvas, cobíjate en otros huertos,

ya déjame que el sufrimiento se repliegue

y pueda volver a amarle sin dudas,

sin temores, sin puñales al acecho.

¡Lárgate de mí, vil gusano!

¡Vete lejos!

Corazón suicida


¡Ay de mí! que no sabía

cuánto podía doler el alma;

y digo “¡basta!”,

alzo la voz,

dejo que el corazón se asome a mi boca

y grite “¡basta, basta, basta!

¡Ya por favor, que se acabe mi tortura,

que se vuele mi tormento!”

Necesito libertades,

me hacen falta los perdones,

los olvidos;

en algún lado los habré abandonado

¿quién sabe dónde?,

y ahora los necesito.

Como te necesito a ti

y no puedo dejar de necesitarte,

y por eso el corazón sube y grita

“¡basta, basta, basta!

¡arrójenme de los balcones,

déjenme cortar mis heridas!

pero que ya no duela el día ni la noche,

que no me haga llorar

el brillo de la luna”

¡Ay de mí! Qué estúpida he sido,

¿cómo convivir con el dolor

y la necesidad de olvido?

Es tan difícil ordenar al gusano que se aleje,

echarlo del alma donde se ha prendido

como un simbionte enajenado a la fuerza;

y por él es que mi corazón

sube desesperado a la vera de mis dientes y grita

“¡basta, basta, basta!

que alguien le diga que muero por sus labios

y que me mata el miedo

de una traición futura;

que amo y temo a mi legítimo verdugo

y que a su espada la odio

y que amo sus besos”.

¡Ay de mí! y mi pobre corazón

al borde del suicidio;

ha decidido saltar de mi boca

y arrojarse al vacío de esta hoja.

sábado, 7 de noviembre de 2009

In memoriam


Mueren las últimas lágrimas egoístas,
el luto va mermando
pero queda la derruida casa, vacía,
como un monumento a su ausencia;
queda la jaula de su cuerpo,
inerte, inerme, jubilosa, burlona.
El olor de la agonía
todavía cuelga de los balcones
y las rosas del jardín repelen su aroma;
parecen saltimbanquis tortuosos
los abetos, los setos, los ombúes.
Camina cándido su fantasma
por las habitaciones altas donde habitan ojos,
vaga por altillos y terrazas
arrastrando sus alas agotadas
e inservibles ya para la huida.