miércoles, 24 de marzo de 2010

Para él, es tarde


Es tarde.
Me pregunto qué tanto hacía allí
tirado entre las margaritas,
parecía que miraba la nada
flotando entre él y el cielo
y capturaba con los ojos
tamañas mariposas invisibles;
tal vez le pareciera que el tiempo no corría
o tal vez, realmente,
para él se hubiera detenido.

Es tarde, pienso nuevamente,
y me retracto de haberlo dicho
la primera vez en voz alta
porque posiblemente me hubiera escuchado;
por un momento
olvido que no hay nada de qué preocuparme,
el zumbar de la mosca sobre la ventana
no puede llegar a su alma,
ni tampoco el susurrar de mi boca,
¡vaya! ni aunque grite.

Sí, es tan tarde.
¿Qué estaría haciendo yo
en ese momento
antes de detenerme en el umbral de la puerta
al verlo tumbado entre las flores
capturando mariposas de fantasía?
Creo que estaba tratando de huirme
por la puerta del otoño,
ya había pisado unas cuantas hojas
cuando lo vi y decidí volverme;
él estaba allí, entre las margaritas,
mirando al vacío entre el cielo y sus ojos,
no-contando pétalos,
capturando mariposas sin mover ni un solo dedo.

Tan tarde... qué pena que sea tarde,
tendría que haber venido unos minutos antes,
antes de que el aire le abriera paso,
antes de que decidiera probar las alas
que nunca tuviera;
van llegando uno a uno los otros,
los otros que llegan tarde,
y todos lo ven allí,
acostado entre las margaritas,
y ven ese ángel carmín que surge de su boca
y resbala por la comisura
y tiñe un pétalo que roza su mejilla.

"Es tarde" piensan en eco,
"Es tarde" se lamentan todos,
y yo me lamento con ellos porque él
quizás contaba con que estuviésemos antes
para ayudarlo a atrapar las mariposas
antes de que escaparan a sus ojos;
ahora vuelan a su alrededor
y sin que pueda verlas
se pasean por sus dedos como burlonas,
él sólo ve el vacío entre el cielo y sus ojos,
[en]tumbado allí, entre las margaritas,
con el ángel carmín de sus labios
que ya llega hasta el suelo.

jueves, 4 de marzo de 2010

Era muy necesario


Necesitaba esto,
estar a tu lado rodeada de tus brazos,
que me apretaras muy fuerte
como queriendo meterme en tu pecho;
necesitaba
sorprenderme riendo como una idiota
en plena oscuridad
imaginando tus ojos abiertos mirándome
e imaginando a su vez que te miro.

Me hacía falta esto de perderme en tu mirada
buscando y no sabiendo qué,
simplemente vagar
hasta perderme en esa vasta pradera
en que habitan tus pupilas,
cantando, dando brincos a lo loca
creyéndome Heidi o Caperucita Roja.

Me era imperativo ahogarme en tus labios,
poblar mi cuerpo y mis pulmones
de tu hálito de vida,
seducirte en el espejo hasta encontrarte;
amor mío,
todo esto era necesario
para sentirme parte del mundo,
para poder subirme a horcajadas del lomo
de ese potro indomable que es el destino
y dejarlo exhausto
para que no sienta ganas de alejarte de mi lado.