lunes, 28 de diciembre de 2009

Es tuyo


Tómalo
quítamelo de las manos,
aún está tibio.

Tómalo,
mételo en un cajón
y allí déjalo olvidado,
que se llene de polvo,
que las arañas le hagan compañía,
quizás así esté
más cálido.

Tómalo,
llévatelo lejos
así no siento su llanto
sobre mis ojos egoístas,
ellos ya no quieren
llorar sus penas.

Tómalo,
¡es tuyo!
te juro que si pudiera
te lo daría en mejor estado,
pero ha sido
tan golpeado...

Tómalo,
está tibio, siéntelo,
hasta puedes percibir
sus contracciones,
el vómito por venir,
así de fuerte le duele.

Tómalo,
¡lo arranqué para ti!
tanto me lo pedías
con cada una de tus acciones,
con tus ojos de prado
que...

Tómalo,
no lo rechaces,
ya tanto daño le han hecho,
mira los magullones,
los destajos,
las sangres coaguladas...

Tómalo,
lo acabo de arrancar,
es tuyo mi corazón.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Diosa pagana, Diosa sin trono


La Diosa se revuelca en sus satenes de plata
de dolor, de tristeza, de tormento.
La Diosa clama, se revuelca y llora,
llama a su difunto amado de otrora,
el que no requería de ojos,
del que no concebía puñales.

Ella, toda encajes y loores,
cubierta ahora de dolores
siente caminar el gusano
por su pecho de seda.

La Diosa se lamenta en su alcoba estrellada,
resueña con sueños infantiles
de estar enamorada,
desuella los duendes y las hadas engañosas
que le habían vendido un cuento diferente.

Los príncipes no llegan en corceles blancos,
montan ilusiones paganas
y se vuelven malolientes sacos
colmados de perentorios cuervos
que arrancan los ojos y abren los párpados.

La Diosa es la soberana del engaño,
triste quimera, lágrimas de estaño,
es una patética Diosa sin cielo propio
caída a la tierra sin haberlo sabido,
arrojada de golpe sin derecho de alas.

La Diosa está a la puerta del reino del atardecer
viendo al maligno entrar en su sepulcro.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Veneno sabor venganza


Quiero envenenar la Luna amanecida,
inundar sus venas de vil ponzoña,
verla retorcerse en el horizonte
contaminando de tierra
sus doradas extensiones.

Quiero envenenarla,
cuajar su sangre negra como bilis rancia
y que quede muerta,
congelada su tez en un estertor abominable,
desfigurada y deforme
para que nadie vuelva a suspirarle.

Quiero envenenarla y enterrar
sus carnes lascivas
en la catacumba del mismísimo Diablo,
que él sea el próximo en besarla
y el único que lo haga
por la eternidad.

Sí, deseo firmemente
envenenar esa Luna de aurora,
pérfida y regalada
a los hombres viles,
manoseada y sucia de besos,
paridora de pecados, mentiras y dolores.

Esa Luna, no otra, la Luna amarilla
no merece vivir.