jueves, 23 de octubre de 2008


Tus besos de flama, de supremacía
¿que dónde los guardas!
¡Sálveme el Diablo!
qué gran agonía
qué tremenda
y terrible espera.

Eres cruel, ¿lo sabes? Sí,
lo sabes y amas serlo;
te gloreas
de tus talentos roncos,
de tus guturales idilios.

¡Sálveme el Diablo!
qué trágica comedia,
qué reverendo absurdo;
pensar que otrora
ni lo hubiera pensado
¡y mira ahora!
mis manos ensangrentadas.

Mirada maldita


Qué espantoso,
qué horrible espectáculo dan tus ojos,
¡eres un cuervo!
devóralos tú mismo
y libéranos del tormento de su sombra.
A veces,
por las noches,
como un felino tus ojos asechan
desde la oscuridad más profunda;
y yo sé que me observas,
a través de las tinieblas
siento tu mirar en la nuca
atravesando huesos y carne.
Yo sé que me miras con los ojos ciegos
de sombras,
ciegos de odio y de iras
y me ves el sudor de la frente
que cae
y rueda
entre los pechos sumisos,
porque nada escapa a tu mirar de muerto.
Y yo, aquí,
frente a la sepultura,
clavo los ojos en el cielo
lanzando un ruego
a la última nube que cubre la luna:
"Salte de allí, malvada,
hazte a un lado
que las sombras se han vuelto mis enemigas,
ahora cobijan sus ojos de furia
y yo temo,
no por mi vida,
sino por mi muerte
que he de pasarla, como lo ha jurado,
esclava de su mirada maldita".

Tú, que me tocas como un ángel,
que sacas de mí los arpegios más bellos
como ráfaga indómita del infierno,
tú, que me circundas de placeres,
eres lo que vuelco en mis letras.

De repente el concierto de mis venas
se queda en silencio, tus manos
se han detenido en la espera mortal
del que observa el vacío
como esperando una respuesta, un eco.

No dejes de tocar el instrumento de mi carne
que está hecho a la medida de tus dedos,
no abandones la partitura
que en tus sesos grabara la lujuria,
la noche es el escenario perfecto
para nuestro concierto final.

"pongo la flor sobre la rama rota
para hacerle creer que ha florecido."
José Ángel Buesa

No me engaño al querer salvarte
sino al pensar que puedo hacerlo
o que lo necesitas;
cuando quizás quien lo necesite sea yo.

De ilusiones no vive el hombre,
pero bien que puede encontrarle
sentido a la vida
cuando una ilusión se posa en su mano,
casi distraída,
casi abstraída por el sufrimiento humano.

Y sí, pretendo salvarte,
quizás de mi propio descuido
al permitirme una sonrisa aislada
cuando pensaba en tu hombro
o cuando deseaba ganarle al olvido.

Recostada en el vano de la ventana
pienso ahora qué sería de mi dicha;
yo que pensaba ser tu salvadora
me hundo en la laguna del dolor profundo
con una rosa entre los dedos.

Por ella recuerdo los versos,
los repito en silencio y pienso tristemente
"Quizás sea yo la rama rota
y tú la flor del camino."

miércoles, 8 de octubre de 2008

Ballerina



Ésta es tu entrada en escena,
éstos son los acordes de tu tragedia
escrita hace ya tanto tiempo
por algún dramaturgo frustrado;
éstos son los violines de tu vida
con sus cuerdas oxidadas.
Sal al escenario, el público espera,
esa inmensa vorágine que sólo
sabe aplaudir o tirar tomates;
esa pseudo especie que gusta de llamarse
expertos en el arte de vivir.
Traqueteos infames que da el tambor
al inicio de la sinfonía de tus finales,
Ballerina, tu no sabes bailar otra cosa
que no sea tu tragedia
por los bazares de esclavos lumbares
forrados de cachemires.
Lento es el vals de los pobres
que esperan fuera por verte
con esa misma ensoñación en los ojos
que otrora fuera parte tuya,
con esa esperanza tan tonta
que llamaras "mi esperanza ajena".
Nada suena dentro del ritmo,
tu sinfonía es un martirio
que llevas prendido de la ropa,
son las cintas que sujetan tu cabello,
son las zapatillas y los tules
las condenas de tus talentos.
No sientas vergüenza de tus pesares
que son tan tuyos ahora
como lo han sido siempre,
baila, ballerina, al son de tu tragedia
y divierte a los señores de frac
que han pagado tanto por verte;
no te detengas por nada,
baila, Ballerina, al son de tu tragedia
por las damas de recios abanicos
que nada saben de tus dolores,
que no saben nada del pequeño corazón
que arrojaste entre tintes carmesíes.