jueves, 23 de octubre de 2008

Mirada maldita


Qué espantoso,
qué horrible espectáculo dan tus ojos,
¡eres un cuervo!
devóralos tú mismo
y libéranos del tormento de su sombra.
A veces,
por las noches,
como un felino tus ojos asechan
desde la oscuridad más profunda;
y yo sé que me observas,
a través de las tinieblas
siento tu mirar en la nuca
atravesando huesos y carne.
Yo sé que me miras con los ojos ciegos
de sombras,
ciegos de odio y de iras
y me ves el sudor de la frente
que cae
y rueda
entre los pechos sumisos,
porque nada escapa a tu mirar de muerto.
Y yo, aquí,
frente a la sepultura,
clavo los ojos en el cielo
lanzando un ruego
a la última nube que cubre la luna:
"Salte de allí, malvada,
hazte a un lado
que las sombras se han vuelto mis enemigas,
ahora cobijan sus ojos de furia
y yo temo,
no por mi vida,
sino por mi muerte
que he de pasarla, como lo ha jurado,
esclava de su mirada maldita".

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