viernes, 18 de diciembre de 2009

Veneno sabor venganza


Quiero envenenar la Luna amanecida,
inundar sus venas de vil ponzoña,
verla retorcerse en el horizonte
contaminando de tierra
sus doradas extensiones.

Quiero envenenarla,
cuajar su sangre negra como bilis rancia
y que quede muerta,
congelada su tez en un estertor abominable,
desfigurada y deforme
para que nadie vuelva a suspirarle.

Quiero envenenarla y enterrar
sus carnes lascivas
en la catacumba del mismísimo Diablo,
que él sea el próximo en besarla
y el único que lo haga
por la eternidad.

Sí, deseo firmemente
envenenar esa Luna de aurora,
pérfida y regalada
a los hombres viles,
manoseada y sucia de besos,
paridora de pecados, mentiras y dolores.

Esa Luna, no otra, la Luna amarilla
no merece vivir.

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