domingo, 8 de junio de 2008


Salen los llantos acumulados y me ahogan,
yo sabía que no eran buenos los días de sonrisas
porque el llanto se multiplica y fortalece,
las lágrimas paren lágrimas
y todo se vuelve mares dentro de una;
y entonces llega el momento en que la garganta
ya no aguanta tanto nudo y el alma
ya no soporta tanto dolor
y sale el llanto como marejada
y ahoga.
¡Ay! Sí, ¡cómo ahoga!
se me estrangulan las palabras en la angustia
y pretendes resolverlo todo con los brazos,
enlazando los cuerpos en un rincón,
cerrados en el silencio;
¡pero lo que yo necesito es gritar!
¡gritar con el alma, gritar con los codos
con el dolor, con la rabia!
Gritar con las manos sudadas, abiertas al viento
dejando que la tierra forme una costra
en mis mejillas
con las lágrimas saladas.
Yo necesito gritar y tú quieres callarme,
y tú no me dejas decirte que odio el silencio
y que nada en él se resuelve
sino que en él crecen los temores,
porque del silencio sólo nacen silencios,
son una raza aparte.
¡Y yo necesitando gritar!
arrancarme del pecho las palabras que hieren,
decir de mil formas y tantas otras
que el amarte me hace pedazos
porque no es lo que quiero que me calle el silencio,
tengo demasiadas cosas atrapadas adentro
y las dejo allí por miedo.
¡Y yo necesito gritar!
Y necesito que me grites a cambio,
que me respondas como si nos separara una llanura,
como si un abismo se abriera entre nosotros,
así de fuerte quiero que gritemos,
que nos gritemos los sentimientos
antes de que nos hagan daño, porque, mira,
en los días de sonrisas (nada buenos)
yo guardé los llantos
y ahora me ahogan.

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