miércoles, 25 de noviembre de 2009

Corazón suicida


¡Ay de mí! que no sabía

cuánto podía doler el alma;

y digo “¡basta!”,

alzo la voz,

dejo que el corazón se asome a mi boca

y grite “¡basta, basta, basta!

¡Ya por favor, que se acabe mi tortura,

que se vuele mi tormento!”

Necesito libertades,

me hacen falta los perdones,

los olvidos;

en algún lado los habré abandonado

¿quién sabe dónde?,

y ahora los necesito.

Como te necesito a ti

y no puedo dejar de necesitarte,

y por eso el corazón sube y grita

“¡basta, basta, basta!

¡arrójenme de los balcones,

déjenme cortar mis heridas!

pero que ya no duela el día ni la noche,

que no me haga llorar

el brillo de la luna”

¡Ay de mí! Qué estúpida he sido,

¿cómo convivir con el dolor

y la necesidad de olvido?

Es tan difícil ordenar al gusano que se aleje,

echarlo del alma donde se ha prendido

como un simbionte enajenado a la fuerza;

y por él es que mi corazón

sube desesperado a la vera de mis dientes y grita

“¡basta, basta, basta!

que alguien le diga que muero por sus labios

y que me mata el miedo

de una traición futura;

que amo y temo a mi legítimo verdugo

y que a su espada la odio

y que amo sus besos”.

¡Ay de mí! y mi pobre corazón

al borde del suicidio;

ha decidido saltar de mi boca

y arrojarse al vacío de esta hoja.