sábado, 28 de noviembre de 2009

Tarde o temprano


Así los destajos cubrieran mi cuerpo
volviéndome toda una herida,
no habría paliación,
no habría descanso
para estas lágrimas nocturnas;
¿cuál será la fuente?
¿De qué océano infinito se alimentarán?

La he perdido... la has perdido,
la absoluta confianza que antes
me impedía volver los ojos
ha muerto, se ha ido
y ahora no hay forma
se escaparle al miedo
de ver puñales asechando
a cada vuelta de esquina.

Todo ojo, toda pierna, todo labio
es una amenaza,
toda curva, todo cabello
podría triturarme;
podría reemplazarme cualquier mano,
cualquier boca,
y en la próxima fotografía
no estaría mi rostro
sino un cuerpo nuevo;
y en el próximo marco
estaría sola, sola yo
con las lágrimas marcadas
como un surco profundo, inmenso.

Tú no podías mentirme
¡yo te había forjado perfecto!,
sin engaños,
toda tuya... todo mío;
¡yo me había forjado suficiente!,
me creí reina de la felicidad tuya
y te hice rey de la mía.

¿Pero dónde quedó ahora?
Es tan duro despedirse de ella
y dar cabida al gusano;
es tan difícil aceptar
que las dagas ahora prevalecen
ocultas en las sombras,
asechantes,
amenazantes;
aceptar que siempre estarán ahí
y que se clavarán de nuevo en mi carne
tarde o temprano.

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