martes, 12 de octubre de 2010

Rocamadour

Eugène Carrière - Motherhood

"(...) con la cara y las manos pegadas a un muñeco
indiferente y ceniciento que temblaba y se sacudía
sin convicción, inútilmente maltratado y acariciado."
J.Cortázar: Rayuela

¡Ahí estaba!
Lo veía y sin embargo no lo alcanzaba,
estiraba sus manos
para tocar sólo un cuerpo vacío;
y sin embargo allí estaba
su carita adorada,
sus cabellos de seda;
allí estaba pero no estaba allí,
se había ido lejos
quizás siguiendo una mariposa de ensueño,
quizás tomado de la mano
de la horrísona parca.

Pero, no... no...
¡Él estaba allí!
¡Allí y ella lo veía!
Y sus manos lo tocaban,
sus labios lo llamaban
y aunque no había susurro,
no había sollozo ni risa;
estaba allí y sus manos lo tocaban,
lo acariciaban
lo envolvían
intentando atarlo,
aferrarlo a la tierra en que ella quedaba
sola...


Sola...




¡No, porque él allí estaba!
¡Estaba allí, frente a ella y podía tocarlo!
¿Cómo podían decirle
que su pequeño ángel se había ido
si ella lo veía con sus propios ojos,
con sus propios dedos,
y sus lágrimas le hacían charquitos
en los hoyuelos?
Crueles ellos que le mentían,
que le decían que su niño se había marchado,
todo era mentira
porque él estaba allí,
sobre la misma cama,
con la misma sonrisa
y ella no estaba sola...

Sola...
Solo...
Solos ambos contra el mundo
que le mentía
y le decía que su niño
se había ido de entre sus brazos...

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