sábado, 27 de junio de 2009

¡Ay! esta sed...


¡Ay! estas ansias que me dilatan,
que me hinchen el pecho de amarga sed,
que me revuelcan las musas
por los pisos de lava,
¡Cómo aullan! Pobres criaturas,
no alcanzo a entender sus alaridos
¡pero es que es esta sed!
este delirio de amante hambrienta
que desvaría en las horas, oculta
tras las rejas del martirio
que supone tu presencia en lo lejos.
¡Cruel!
¡Mil veces cruel tu batalla sosegada!
¿qué te cuesta sostenerme en todo minuto,
abrasarme con soltura, achicharrarme los sucesos fantasmales?
¡Ay! Pero esta sed...
dadme del cáliz ¡vosotros, los inmortales!
dejadme beber, ¡piadosos!, los zumos de la libertad
y de la pasión arrebatada...
¡Ay! Pero esta sed... la sed de mis deseos...
qué cruenta la sed de los que no tenemos boca
más que por unas horas
y si encima la lluvia no cae en ellas
¡ay, qué agonía!
Pero la sed, la sed de miles de roces
que me agujerea el alma como zaetas...
probadme en la arena ateniense
¡pero dadme de beber!

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