lunes, 11 de junio de 2012


Ármame de valor, demonio del dolor,
que no parezca que escapo
aunque corra lejos,
que nadie se dé cuenta de que sufro en agonía,
que el desespero no me marque la frente,
que no me quiebre.

Lo busqué,
¡la Luna sabe que lo busqué!
Pero por recónditos parajes me pareció ver
su sombra que se desvanecía,
su aletargado subterfugio
del tiempo que se acaba y no queda.
Ah, el dolor de las entrañas
que me avisa que me duermo en la espera
y que quizás no haya mañana,
ni noche, ni Luna, ni fiebre.

Lo besé
¡Morfeo sabe que lo besé!
Y que me sumergí en un mar de estupro
tan sólo por despertar en sus brazos;
pero desperté y estaba sola
cobijando un recuerdo traído de Oniria.
¿Y si volviese?
Tal vez si recobrara mi cordura podría salvarme
de este demonio que me exuda,
quizás -y sólo con un poco de suerte-
haya un camino para recorrer de regreso
que no me conduzca por mil azotes.

Lo abracé
¡mis manos saben que lo abracé!
Pero se me resbaló entre los brazos
y fue a parar a otro mundo,
hundido en un pasado inclaudicable
del que no puedo rescatarlo
ni salvarme.

1 comentario:

Andante dijo...

Me "supo" a un imposible rescate, y a la incertidumbre de escapar de un sendero transitado...muy bueno...^^