martes, 19 de mayo de 2009

Poética agonía


A veces las alboradas se entristecen
y deciden vestir de luto,
cualquiera podría equivocarse
al mirar el sol
y ver la luna.
Hoy el alba estuvo meditabunda,
sufrida como plañidera impaga,
quién sabe qué sepulcro era llenado
con las lágrimas de ella,
quién sabe qué
tapaba la tierra.
A veces me siento como esas alboradas
y me da un deseo irrefrenable
de vestir de blanco,
sucumbir a las penas
y abandonarme... totalmente.
A veces un destajo no es suficiente,
muchas veces se antojan miles,
se desea una parva de cuervos
revoloteando en el jardín
y ojos que caen
de enrojecidos picos.
Las alboradas a veces cubren una tumba
de suspiros tenebrosos,
la luna muchas veces las acompaña;
y es en esas ocasiones
cuando el maligno teme
y se esconde.
Quizás tras las tumbas pueda hallarse un libro
en cuya tapa se lea un nombre triste,
quizás tras las tumbas hallen mi cuerpo
desgastado ya y
un poco ensombrecido.
No son mis letras éstas, aunque lo parezcan,
son en realidad mi sangre en gotas
que desde los destajos caen,
tan pesadas y lívidas
como el alma que se marcha.

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