sábado, 14 de abril de 2012

Maldito sea tu perfume
que se me queda pegado en la piel,
maldita tu ultranza
y tu sosegada conquista;
malditas las noches, las albas, los confines
del mundo que no bastan
para escapar a tus manos.

Bendito el olvido que no llega
cuando se lo pido,
bendito tu irrefrenable deseo,
tu turbulento frenesí;
bendita tu seguridad
y mi maldita cobardía
que me hace débil.

Malditos ambos
por el mismo pecado.

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