domingo, 17 de febrero de 2008

Por ti, mi sacrificio.



¿Tienes ganas de darme tu corazón
para que lo sostenga, aquí, en mis manos
y lo meza entre ellas hasta que se duerma
hasta que ya no sienta nada,
ni el dolor, ni la mañana que se acerca?
Dame tu mano, mi amigo, mi secreto,
deja que te cure los ojos con cuentos fabulosos,
regocijémonos en las fantasías que nos creamos
para no pensar en el olvido,
ni en la pena, ni en la noche que se nos avecina.
Tu alma no fue hecha para dolores,
y si ella no puede verlo, lo siento, pero la culpo
de tus manos heridas, de tus letras rotas;
el amor no se daña ni jugando.
¿Me permites? Quiero acariciarte el alma,
decirte que todo lo que vales aún lo vales
y que poco importa que no sepa cuánto es eso
porque en realidad lo sabe, pero no se da cuenta.
¿Sabes que te quiero, ya casi te amo?
¿Te das una idea de cuánto duele tu duele?
¿Cómo lastiman las espinas en tu espalda
como si fuera mi piel la lacerada?
¿Te das una idea de cuánto quiero curarte?
¿De cuánto daría por que no llores nunca?
Doy lo que sea por cubrirme con tus lágrimas los ojos
para que los tuyos puedan ver su rostro
y no hallen al hacerlo ni una pizca de dolor.

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